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En muchas converzaciones con personas que cazaron en
los años cuarentas y cincuentas, estos me han señalado que los principales núcleos de poblaciones de estos cérvidos son hacia
la costa norte en recovecos entre bosques y sabana. Un miembro de nuestro equipo (Guillermo Morales) que fue grumete recogedor
en las partidas de caza de Don Arturo Cartaya, también fue testigo en varias ocasiones de la captura de venados a finales
de los años cincuentas, por los terrenos costeros al Este del río Sagua. También hemos visto muchos albumnes de fotos familiares
en Sagua donde aparecen cazadores con sus rifles y el venado como presa, pues el Club de Cazadores de Sagua La Grande existió
desde el 4 de Abril de 1918 cuando se reunieron en el Liceo los señores
Eduardo Radelat Navarro, Rogelio S. Borrón Escalante y Antonio Josende Dieste
,entre otros, para discutir la conveniencia de tener un Club de Cazadores en Sagua (Ver más detalles en el capítulo de Las
Aves). Este Club existió hasta 1959, fecha en que era su presidente el
señor José Ramón Pérez. La continuación de esta caza mayor en los años sesentas ha estado a cargo de oficiales de la Fuerzas
Armadas, de soviéticos y de militantes del partido que actualmente forman el nuevo Club de Cazadores.
Un campesino
en El Júcaro, junto al río Sagua, me contó en 1976 que en su área ya se veían
pocos venados debido a que los perros jíbaros estaban acabando con ellos y que también los militares hacían de las suyas por
allí.
En el
año 1974 por fín ví el primer ejemplar vivo acabado de capturar por un guajiro propietario de una finca en los alrededores
de la granja “Armonía”. El ejemplar en sí creo que no tendría ni medio año de edad ya que aún exhibía las carácterísticas
manchitas blancas propias de esa edad. El campesino explicaba al público curioso que la hembra madre aún correteaba con otro
cachorro más. También nos explicó que lo había capturado hacia la costa, dato que coincidía con mis otros informes.
Pedazos
de cornamenta encontré muchos al continuar nuestra búsqueda en las áreas de poblaciones de venados. Los he encontrado ocasionalmente
enganchados en ramas de pequeños bosquesillos en la sabana. Estos prefieren sitios cercanos a corrientes o depósitos de agua
dulce, donde en ocasiones se les descubre incluso bañándose en grupos. En estas áreas es fácil encontrar sus tarros o astas
entre las ramas de pequeños matorrales o entre la hojarasca del suelo si se buscan bien y se conocen sus detalles. Muchos
afirman que estas cornamentas la mudan todos los años y que el número de puntas nos dice la edad del Venado, pero los estudios
hasta el momento coinciden en que cada candil va naciendo después de cada muda hasta completar unos cinco, que es el límite;
de ahí en adelante mantiene este número hasta que son muy viejos (unos 20 años) en que le pueden crecer puntas adicionales.
A la hembra no le salen cornamentas.
Es más
fácil verlos al oscurecer, que es cuando salen a alimentarse. Por el día se mantienen siempre muy cerca de los bosquecillos
hacia donde corren con enormes saltos al menor ruido que hagamos. Actualmente conocemos una población detrás de Los Mogotes,
así como grupos que se han reportado en la salina de Isabela y Estero de Ibarra.
Terminamos
este capítulo pidiéndole una tregua a los cazadores del Territorio Sabaneque pues ya las poblaciones de cérvidos son muy reducidas
en los alrededores de la Villa del Undoso y sospechamos que nuestros nietos ya no tendrán la oportunidad de admirar con sus
propios ojos estas bellezas con las que nos deleitamos los viajeros del siglo XX.